Han Dong Kyu, naturópata coreano residente en España, padeció hace ya más de
10 años un tremendo cáncer que le afectaba al estómago, al intestino grueso y
al pulmón. Desahuciado por sus colegas decidiría buscar por su cuenta cómo
vencer la enfermedad. Y tras visitar Houston y Alemania y bucear en muchos
estudios desarrolló una singular terapia basada en la aplicación de un
compuesto de semillas ricas en vitamina B17 y otro de plantas coreanas que le
permitió sobrevivir al cáncer. Desde entonces, mientras trata de ayudar a
quienes hasta él se dirigen para superar la enfermedad, busca apoyo
institucional para validar sus productos.
Han Dong Kyu tiene cerca de 70 años y ha tenido que convivir más de quince con los
distintos tumores cancerígenos que invadieron todo su cuerpo -desde la oreja al
intestino- y a los que venció buscando en la naturaleza soluciones que luego
experimentó en sí mismo. Agradecido con la vida, hoy trata de ayudar a
superarlo a quienes, merced al boca a boca, tuvieron conocimiento de los
resultados que obtiene en el tratamiento de muchos cánceres. Sus pacientes son
su "evidencia clínica", las "pruebas vivientes" de los
logros que obtiene. Claro que esos testimonios no tendrán "validez
científica" mientras quienes pueden efectuar las pruebas, ensayos y
protocolos necesarios no se animen a constatarlo "oficialmente".
Es más, son esas "pruebas vivientes" las que
llevaron a Han Dong a ponerse en contacto con nosotros lo mismo que
anteriormente intentó que le escucharan las más altas instituciones del estado
sin conseguirlo. Y eso que hay una larga lista de personas dispuestas a acudir
a donde haga falta para testimoniar que el tratamiento aplicado por este
esforzado naturópata coreano les ayudó a superar el cáncer. Personas cuyos
testimonios son similares.
"En septiembre de 1993 me diagnosticaron un cáncerepidermoide (en la lengua) bien diferenciado y avanzado -cuenta Lourdes
Sánchez-. Tenía la lengua destruida y se me había pegado a la base de la
boca. Los doctores del Servicio Maxilofacial no pudieron operarme y me enviaron
al Servicio de Oncología. Allí me dijeron que el tiempo máximo de vida que me
quedaba era de aproximadamente un año... pero aquí me tienen. Me pusieron
tratamiento con quimioterapia y radioterapia pero en lugar de mejorar iba
empeorando. Al margen de los efectos secundarios, que eran horribles, me iba
encontrando cada vez peor tanto física como psicológicamente. Y empecé a
hundirme. Sería entonces cuando conocí a Han, hablé con él, lo medité mucho y
decidí ponerme en sus manos. El 30 de octubre de 1995, cuando ya tenía que
haber muerto según los oncólogos, fui a verles a la consulta, les expliqué por
qué en su momento había dejado el tratamiento convencional y por qué había
aceptado el que me propuso el doctor Han. No aceptaron muy bien mi decisión
pero ante las evidencias me mandaron un escáner y me remitieron al departamento
de Maxilofacial para una revisión. Y allí me dirían que en el escáner no
aparecía nada, ningún tumor, si bien agregaron que, a fin de asegurarse, me
harían una biopsia. Pues bien, recogí el resultado el 5 de diciembre de ese año
y se confirmó lo que Han y yo sabíamos: ya no tenía cáncer. Habíamos vencido al
cáncer, a ese maldito cáncer que acaba con la vida de tantas personas..."
A María Esperanza Martín, periodista, cuyo marido
murió de cáncer, la detectaron un tumor en el pecho izquierdo en 1993 siendo
sometida a una primera intervención en la que le dijeron que, al menos de
momento, no era necesario extirpar la mama. Sin embargo, en diciembre del 96,
tras los resultados de las pruebas, la recomendaron una operación inmediata
advirtiéndola ya de que, una vez dentro del quirófano, quizás tuvieran que
extirparle los dos pechos. Se negó. Un mes después, en enero, decidía seguir el
tratamiento del Dr. Han. Hoy, los resultados de las pruebas indican que está
curada como puede apreciarse en las fotos que acompañan este texto. "Aunque
la terapia parece agresiva -recuerda Esperanza- el estado de ánimo en
todo momento es bueno. De hecho, yo continué presentando un programa de
televisión local en el que trabajaba. No son dolores inaguantables, ni tienes
mal aspecto, ni mal olor. La herida de la operación del hospital fue más
agresiva. Además se me infectó y las curas eran muy desagradables. Y a eso se
añadía el malestar general debido a los antibióticos y medicamentos que tomaba.
Porque todos los fármacos tenían efectos secundarios y acabaron dañándome el
estómago. Con lo que me dieron más medicinas, ahora para proteger el estómago.
Es decir, el cuento de nunca acabar. Sin embargo, con la medicina natural de
Han esto no ocurrió. No tiene contraindicaciones, ni efectos secundarios. Al
parecer su medicina cura y reacciona dependiendo de cómo esté el cuerpo de la
persona. Los resultados son muy buenos. En dos meses, gracias a mi fe y a Han,
estuve curada". Esperanza recuerda, dolida, que cuando volvió al
hospital público para explicar a los médicos el tratamiento que había seguido,
lo conocieran y además confirmaran los resultados... éstos se negaron a hacerle
las pruebas diagnósticas. Esperanza hoy imparte cursos de relajación y terapias
de autoayuda porque está convencida de que la curación es más rápida después de
prepararse mentalmente para el abordaje de la enfermedad.
EL MÉTODO HAN
"No es magia -nos diría sonriente Han Dong cuando
nos entrevistamos en él-. La medicina natural tiene 5.000 años de historia y
todas las sustancias que yo utilizo están en la tierra, en los árboles, en los
minerales, en los animales e, incluso, en los insectos. Es una lástima pues que
no exista una colaboración más estrecha, a todos los niveles, entre la medicina
convencional y la natural para cercar al cáncer. No entiendo por qué los
oncólogos no quieren escuchar".
Han Dong nos explicaría entonces que la base de su
tratamiento se encuentra en el calor y en dos complementos elaborados con
sustancias naturales. El primero de ellos consiste en una sencilla mezcla de
semillas de algunas frutas comunes en Occidente y ciertos frutos del Amazonas,
todas ellas ricas en vitamina B17, un producto alabado en el ámbito de la
medicina alternativa que sin embargo provoca una dura controversia entre los
miembros de la ortodoxia científica.
En cualquier caso, Dong mejora la acción de la vitamina B17
administrando un segundo producto que "acelera el proceso de
recuperación" -afirma- y es el resultado de la licuación de diversas
plantas coreanas, algunas de la cuales ni siquiera tienen nombre español y de
las que el naturópata destaca por su eficacia el Tomok y el Yon Za. Un
complejo herbal al que llama familiarmente "vitamina B18" aun
sabiendo que no es tal. En cualquier caso, nos explicó que se trata de un
complejo rico en gluconato de benzaldehido, sustancia también presente en la
vitamina B17.
El proceso de ayuda a los enfermos de Han Dong está basado en
su experiencia personal porque, tal y como entendían sus ancestros en Oriente, "nada
que no haya sido probado previamente en uno mismo debe ser aplicado en
otros". Y Han Dong probó en sí mismo una y otra vez diversas
sustancias naturales hasta elaborar un tratamiento que luego iría mejorando. De
tal guisa obtendría la experiencia clínica actual que posee -y que sólo un
necio despreciaría- y ya comparte con colegas de Estados Unidos, Alemania,
Austria y, por supuesto, Corea.
EL CALOR
Aunque parezca increíble, Han Dong comienza localizando las
células tumorales mediante un singular método que consiste en aplicar calor en
la zona afectada usando un aparato patentado por él que permite la cocción de
distintas plantas medicinales y hace que el vapor pase a través de un tubo de
plástico que aplica directamente sobre la piel. Ello permite no sólo conseguir
determinados efectos terapéuticos con el vapor medicinal -como el aumento de
leucocitos o el tratamiento del dolor- sino hallar la localización exacta de
las células tumorales. Y es que como la resistencia de las células cancerígenas
al calor es menor que en las células sanas... se va dibujando sobre la piel un
"mapa" más o menos extenso de manchas rojas que se corresponde con la
zona donde hay células tumorales. El tamaño y la extensión de las manchas
delimita pues la extensión de las células malignas. Este tratamiento debe
seguirse durante varios días -depende de la resistencia progresiva del paciente
al mismo- hasta que físicamente se revele, por su distinta coloración, el
núcleo principal del tumor. Y así, de manera tan sencilla, Han Dong no sólo
localiza dónde hay células cancerígenas sino que comienza de forma paralela el
tratamiento ya que como las células cancerígenas son más sensibles al calor que
las células sanas difícilmente sobreviven a una temperatura superior a los 42º.
La propia American Cancer Society reconoce las
posibilidades del calor como terapia en la lucha contra el cáncer.
"Hay evidencias -puede leerse en uno de sus
documentos- de que la terapia de calor local y general puede detener el
crecimiento de los cánceres y aumentar la efectividad de radiación y
quimioterapia en algunos casos. Parece trabajar aumentando el flujo de sangre y
volviendo más sensibles al tratamiento convencional a las células
cancerígenas".
Los defensores del uso del calor proclaman que actúa como una
"fiebre" que ayuda al cuerpo a luchar contra la enfermedad, algo de
lo que reniegan los médicos ortodoxos. Y eso que Dong los deja en evidencia
cada vez que utiliza los rastros dejados por la especial sensibilidad de las
células cancerígenas y su cambio de color para dibujar el mapa de situación de
las mismas sobre el cuerpo humano.
Por lo que en la revista sabemos el primer caso documentado
de curación debido al "calor" en un caso de cáncer se dio en 1866.
Según el médico alemán M. Busch a un paciente suyo le desapareció un
sarcoma en el cuello después de experimentar fiebres altas. Más tarde, ya en
1893, el ginecólogo sueco F. Westermark administró a una enferma con un
tumor intrauterino bacterias tóxicas extraídas del Estreptococo y del Serratia
marcescens a fin de provocarla fiebre al mismo tiempo que la aplicaba calor
mediante un recipiente conteniendo agua caliente.
Como en tantas otras ocasiones las "evidencias
científicas" de estos casos se consideraron "débiles" y fueron
rechazadas. Lo que no impediría que siguieran utilizándose distintos métodos
para elevar la temperatura de las células cancerosas, desde electrodos de
radiofrecuencia a la perfusión o transfusiones de sangre previamente calentada
a un determinado órgano afectado por el cáncer. De hecho, el Instituto
Nacional del Cáncer en Estados Unidos está patrocinando actualmente tres
ensayos en fase II que usan terapia de calor en todo el cuerpo en combinación
con quimioterapia para tratar a los pacientes de melanoma avanzado. Y un
estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en
noviembre del pasado año informaba de la investigación sobre un nuevo método
para combatir el cáncer basado en nanopartículas calentadas e insertadas en el
tumor. Según se explicaba, con la ayuda de un escáner se insertan en el tumor
nanopartículas de un tamaño aproximado de 110 nanómetros (110.000 millonésimas
de metro) fabricadas de sílice y recubiertas de oro. A continuación se irradia
luz sobre la piel que recubre la zona afectada, las ondas infrarrojas
atraviesan la dermis y calientan las partículas generando -en unos cuatro a
seis minutos- la temperatura suficiente como para dañar las células
cancerígenas y lograr que el tumor no siga creciendo.
Otro ejemplo de tratamiento eficaz contra el cáncer es la
utilización de la Hipertermia que producen los aparatos de la empresa Indiba,
completamente distinta de la obtenida por otros métodos y aparatos ya que
logran aumentar la temperatura de la zona sin que haya aumento de calor. Se
trata de sofisticados aparatos que transforman una energía fría de alta
frecuencia relativa (0,5 Mgh) en un aumento de temperatura interna que no
quema. (vea lo publicado sobre ello nuestra web: www.dsalud.com).
Obviamente lo que hace Dong está lejos de tan alta
tecnología. Representa la manera ancestral de contemplar la salud y el uso del
calor contra el cáncer. Y, sin embargo, aporta un novedoso punto de vista:
"Todos los cánceres -afirma- se originan en la zona exterior del
organismo para evitar el calor interior. Las células cancerígenas tienden a
migrar hacia las zonas más frías del organismo. Por eso el corazón y el
intestino delgado, órganos calientes, nunca presentan cáncer. Añadiré además
que la mayoría de los enfermos de cáncer son frioleros y que el estado de los
mismos empeora durante las estaciones frías. Ello se debe a que el frío
propicia un crecimiento rápido del cáncer. Las células tumorales buscan siempre
estar lo más cerca posible del exterior por lo que la aplicación externa de
calor delata su presencia al enrojecerse más que las células sanas, algo que
nos permite obtener una visión certera de la extensión del mal".
LAS SEMILLAS DE ALBARICOQUE
Cuando en el propio cuerpo del paciente se ha dibujado el
mapa de su mal con la localización del núcleo central del tumor comienza la
siguiente fase del tratamiento. A partir de ese momento se comienzan a aplicar
diariamente las dos sustancias señaladas anteriormente en la zona del núcleo.
La primera de ellas elaborada a partir de semillas ricas en vitamina B17 como
las de los albaricoques, melocotones, manzanas y uvas así como en las almendras
amargas y ciertos frutos del Amazonas. Y la segunda, a partir de plantas
coreanas. "Ambas producen la muerte de las raíces del tejido canceroso
-afirma Han- que poco a poco es expulsado del organismo en forma de pus.
Luego, una vez expulsadas las células cancerosas destruidas, las heridas se
cierran solas al igual que ocurre con cualquier absceso. Debo agregar que ambas
sustancias destruyen exclusivamente las células cancerosas sin dañar en ningún
caso las sanas. Y además se trata de un tratamiento que carece de efectos
secundarios".
Llegados a este punto es importante recordar que los abscesos
se forman generalmente en nuestro organismo por la acción de los neutrófilos
(un determinado tipo de glóbulo blanco) estando delimitados por unas cápsulas
que los aíslan formadas por tejidos, colágeno, vasos sanguíneos... y
neutrófilos. Abceso que desaparece cuando el pus es expulsado al exterior,
momento en el cual evoluciona hacia la cicatrización, tal y como sostiene Han y
puede verse en las fotos.
Y, por cierto, esto nos recuerda que según un estudio
dirigido por el investigador español Antonio Bru del que informamos en
Discovery DSALUD en el número anterior los neutrófilos pueden ser clave en
la lucha contra el cáncer al ser capaces -según afirma el investigador español-
de impedir el crecimiento tumoral al aumentar significativamente su número
mediante el adecuado estímulo del sistema inmune. Así se constató al menos en
ratones en un trabajo realizado por el Centro Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) de España en colaboración con el Hospital Clínico San Carlos
de Madrid. Hablaremos de ello en profundidad el próximo mes.
La verdad es que resulta impresionante contemplar cómo el
tejido canceroso tratado con el método de Han Dong presenta toda la apariencia
de una gran infección -eso sí, sin que se produzcan los síntomas físicos
limitativos de la misma- hasta que de repente, a través de un poro o de un
absceso -de tamaño variable- comienza a expulsarse pus y, a veces, hasta los
restos sólidos del propio tumor. Nadie mejor que quienes han vivido la
experiencia del tratamiento para recordarlo. "Comenzaron a aplicarme el
producto en el tumor -afirma Lourdes-, es decir, en la lengua, y además
tomaba unas pastillas. A la semana noté ya una mejoría notable y comencé a
comer y a hablar mucho mejor. El tratamiento era diario. Luego, al mes y medio
más o menos, se empezaron a poner negros algunos trozos de lengua que luego se
caían. Eso, para Han, quería decir que el tumor se estaba muriendo. Y así fue,
como se puede comprobar. Empecé el tratamiento en noviembre de 1993 y en
febrero de 1994 me hicieron un escáner cuyo resultado dice: 'Exploración que no
muestra en el momento actual restos tumorales y/o adenopatías
metastásicas'".
Puede parecer mentira, a la vista de las fotos, que el
proceso no vaya acompañado de altas fiebres pero así es. "Por supuesto,
era incómodo y un poco doloroso -recuerda Esperanza-. Dong provocó una
úlcera artificial por donde empezó a salir toda la materia mala y pus.
Transcurridos dos meses justos desde el inicio del tratamiento salió todo el
núcleo del tumor dejando un gran agujero. Y ese agujero, lo mismo que se abrió
solo, se cerró solo".
Después sólo queda seguir tratando los efectos secundarios
producidos por el cáncer -o por los tratamientos convencionales- con las
técnicas milenarias de la tradición oriental, desde la Acupuntura a la
Fitoterapia. "Son numerosos los pacientes sometidos a tratamientos de
quimio o radioterapia -nos diría Han- que han acudido a mi para que les
evitara los conocidos efectos secundarios. Y he aceptado siempre esas
peticiones por lo que he podido constatar muchas veces el éxito de mi
tratamiento. De hecho, prácticamente ninguno de los pacientes tratados
presentaron los temibles efectos secundarios de los tratamientos
convencionales".
Las evidencias clínicas son incontestables. Por eso Han Dong
escribió comunicando el éxito de su terapia en casos de cáncer a la Casa Real,
al Presidente del Gobierno, al Ministerio de Sanidad y al director del Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas, Mariano Barbacid, tratando de
buscar las ayudas necesarias para conseguir la validación científica de su
tratamiento. Como respuesta tuvo sólo un encuentro con un responsable del
Ministerio de Sanidad al que los testimonios de los pacientes no debieron
impresionarle lo suficiente como para hacer algo. Eso y una carta de Barbacid
en la que éste le dice que será posible la colaboración con el Programa de
Terapias Experimentales "siempre que ustedes nos proporcionen una
documentación basada en publicaciones científicas de relevancia
internacional". Una forma "elegante" de decir NO o de no
enterarse que precisamente eso es lo que pedía Han: la posibilidad de, a la
vista de los resultados conseguidos con pacientes desesperados, avanzar en la
investigación científica. En suma, Han tiene la evidencia clínica pero no la
"documentación científica" que avale lo que hace. En cambio, nuestro
"ultramoderno" centro de investigación tiene una abundantísima
documentación científica... que no ha servido para curar un solo caso de
cáncer.
La experiencia esta ahí. Los pacientes también. Por tanto,
argüir que el tratamiento carece de "base científica" porque no hay
ensayos protocolizados es una falacia: no los hay porque quienes los pueden
realizar no quieren afrontarlos. Esa es la dura verdad.
LA POLÉMICA VITAMINA B17
Pero continuemos... Una vez localizado el núcleo del tumor
mediante calor, Han Dong aplica la sustancia elaborada con semillas ricas en
vitamina B17 -también se la conoce como amigdalina y como laetril-,
sustancia químicamente compuesta por dos moléculas de azúcar, una de
benzaldehido y otra de cianuro que, de forma natural, se encuentra en las
semillas de los albaricoques, los melocotones, las uvas, las cerezas y las
manzanas así como en las almendras amargas, en las hojas del laurel cerezo y en
las pepitas de otros frutos tropicales (se encuentra asimismo, en mayor o menor
proporción, en más de 1.200 plantas).
Ya en la década de los 20 del pasado siglo XX los
investigadores Robert McCarrison y John Dark comprobaron que
había una población donde el cáncer era desconocido, los hunza, que vivían en
la falda de una colina de la localidad paquistaní de Kashmir cercana al
Himalaya. Su población contaba además con un alto promedio de personas mayores
de 100 años. Así que decidieron examinar sus costumbres y descubrieron que la
ingesta de semillas de albaricoque era algo común entre ellos y que además
cocinaban con el aceite de esas semillas. Luego constatarían que muchas otras
frutas de las que consumían eran ricas en lo que hoy conocemos como vitamina
B17.
Estudios posteriores publicados por el especialista británico
Richard MacKarness reforzaron la importancia de la vitamina B17.
MacKarness había decidido investigar si, como algunos científicos mantenían, la
ingesta de carne era realmente tan poco saludable en todos los casos. Y para
ello estudió las costumbres alimenticias tradicionales de los esquimales y de
los indios de Norteamérica ya que en sus ambientes naturales ambos grupos son
principalmente carnívoros alimentándose de animales salvajes -como el alce y el
caribú- si bien complementan su alimentación con bayas salvajes o pescado
cuando están disponibles. Pues bien, la conclusión principal expuesta por
MacKarness en su libro "Comen grasa y crecen delgados" es que
en esos pueblos no existe la obesidad. Y lo más importante: ni los esquimales
ni los indios que viven en sus ambientes naturales y comen sus comidas
tradicionales han tenido nunca cáncer o padecido enfermedades del corazón.
Exactamente igual que los hunza del Himalaya. A pesar de que los
esquimales y los indios norteamericanos son carnívoros en lugar de
vegetarianos. ¿Y cuál era el factor común más probable? Pues precisamente la
vitamina B17. Resulta que el caribú, por ejemplo, contiene 15.000 mg. por kilo
de nitriloside, fuente primaria de B17. Y otras comidas comunes a todos esos
pueblos contienen también grandes cantidades de la misma vitamina.
Esa es la razón de que comenzara a utilizarse como
anticancerígeno en la década de los 50. De hecho, más de 70.000 personas fueron
tratadas con esa vitamina en Estados Unidos en la década de los 70 tanto en
monoterapia como en combinación con un programa de la llamada Terapia
Metabólica que no es sino una dieta especial que se complementa con altas dosis
de vitaminas y enzimas pancreáticas. Su fama aumentaría luego notablemente al
ser respaldada su eficacia por numerosos estudios científicos. Hasta que, de
improviso, comenzaron a aparecer otros estudios -duramente criticados por su
falta de rigor- que desvirtuaron todas sus posibilidades terapéuticas y,
paralelamente, empezaron a circular historias sobre "muertes por
envenenamiento". Algo que llevaría a intervenir a la FDA argumentando que
como "no había pruebas concluyentes" sobre sus posibilidades y, sin
embargo, había dudas razonables sobre su seguridad se prohibía su aplicación
como tratamiento médico. ¿La excusa? Que el contenido de cianuro de las
semillas podía ser la que confiriera a la sustancia su presunto carácter
tóxico.
Obviamente, fueron muchos los investigadores que denunciaron
inmediatamente que detrás de esa prohibición sólo se ocultaba -una vez más- la
defensa de los intereses de las multinacionales ya que se trata de un producto
anticancerígeno no patentable al proceder de semillas naturales. Y apareció
también la intimidación. Uno de los casos más conocidos fue la persecución
llevada a cabo en California contra el doctor John A. Richardson, que él
mismo recogería en su libro "Laetrile Case Histories: The Richardson
Cancer Clinic Experience" (Bantam Books 1977).
Resulta que Richardson había usado por primera vez la
vitamina B17 con la hermana de una de sus enfermeras que padecía un melanoma
maligno avanzado en el brazo y a la que habían dado 6 semanas de vida (algo más
si se decidía por la amputación). "Le administramos amigdalina (vitamina
B17) casi inmediatamente -escribe Richardson- y las lesiones
empezaron a sanar. Al punto de que a los 2 meses el brazo había vuelto a la
normalidad". Como era de esperar, su pequeña clínica se convirtió en
el lugar más concurrido del barrio... hasta el 2 de junio de 1972. Porque ese
día, según puede leerse en el libro, "¡Diez agentes uniformados con
armas irrumpieron en la clínica, empujaron al doctor contra la pared y
comenzaron a registrar todo! Después, las 'cámaras de televisión invitadas'
pasaron y 2 enfermeras fueron detenidas. La niña pequeña que estaba tratándose
en aquel momento tuvo que ser enviada a casa y murió 3 días después. Queda la
duda en mi mente de si esa muerte podría haberse pospuesto o incluso haberse
evitado si no hubiera sido por el registro."
¿Le suena este tipo de actuación, amigo lector?
También usaron la mentira. Según escribió en Acres
Magazine (1978) el doctor Harold Manner, tras una conferencia suya
en el estado de Nueva York sobre la eficacia del Laetrile -nombre de un
fármaco registrado que contenía laetril- un hombre se puso de pie y le
dijo: "Dr. Manner, ¿cómo puede usted hacer afirmaciones como esas
cuando la FDA está diciendo lo contrario?". Manner recuerda en el
artículo que le contestó que las afirmaciones de la FDA eran mentira a lo que
su interlocutor replicó haciendo referencia a la foto de una pequeña: "Mire
a esta muchacha -dijo-. Tomó las pastillas de Laetrile de su padre y
murió envenenada por el cianuro". Cuenta Manner que entonces una
señora se puso de pie y le pidió permiso para contestar a la pregunta. "Dr.
Manner, ¿me permite responder a mi a la pregunta? Creo que estoy capacitada
para ello porque soy la madre de esa niña. Ella nunca tocó las pastillas de
Laetrile de su padre. Lo que ocurrió fue que el doctor que la atendió, al saber
que su padre tomaba Laetrile, escribió: 'Posible envenenamiento por cianuro'.
Así que en el hospital usaron un antídoto contra el cianuro... y eso fue lo que
la mató". Sin embargo, aquella falsa atribución de la muerte de la
niña al uso del Laetrile siguió apareciendo y se convirtió en una más de
las leyendas negras que condujeron a su enterramiento... que no ilegalización
porque el hecho de que la FDA la haya prohibido como fármaco no la convierte en
ilegal en Estados Unidos. Y es que afortunadamente el apoyo a la vitamina B17
no desaparecería porque no toda la comunidad científica se calló ante tamaño
atropello. Dean Buró -cuya lista de menciones, honores y premios por sus
trabajos bioquímicos y de investigación contra el cáncer debería hacer
palidecer a quienes se limitan a leer la literatura oficial-, jefe del
Departamento de Hidroquímica del Instituto Nacional del Cáncer en
Estados Unidos durante más de 17 años, tras analizar detenidamente el acta
sobre la vitamina B17 de la FDA, declararía que, atendiendo al conocimiento
científico acumulado sobre ella, "debía ser científicamente considerada
un nutriente, una vitamina" y no un fármaco. Añadiendo incluso que era
"mejor que cualquier otra solución utilizada para el cáncer"
hasta el punto de que sería lo único que él utilizaría si algún día tuviera que
afrontar esa enfermedad. También denunciaría lo ocurrido Ralph Moss,
actualmente uno de los mayores defensores de las terapias alternativas contra
el cáncer. Moss fue despedido en 1977 de su cargo de Jefe de Relaciones
Públicas del Sloan Memorial Kettering Institute -considerado uno de los
centros de referencia en la investigación contra el cáncer y cuyos estudios
sirvieron para intentar enterrar el Laetrile- "por no cumplir -afirma
él mismo- con la más básica responsabilidad en el trabajo: mentir cuando tu
jefe te lo dice". Moss declaró sobre las investigaciones realizadas
con el Laetrile: "Básicamente los resultados estaban siendo positivos
pero nosotros, en público, estuvimos diciendo que eran negativos. Y así durante
3 años."
Otro de los científicos que decidió no guardar silencio
fue Kanematsu Sugiura, uno de los investigadores más respetados en su
época a nivel mundial hasta el punto de que el Dr. Chester Stock,
director del Departamento de Investigación del Sloan Memorial Kettering
Institute, llegó a escribir de él: "Posiblemente la alta
consideración que su trabajo merece como mejor se resume es con un comentario
que me hizo un investigador ruso sobre el cáncer. Me dijo: 'Cuando Sugiura
publica, nosotros sabemos que no tenemos que repetir el estudio porque
obtendríamos los mismos resultados que él'". Pues bien, el doctor
Sugiura supo estar a la altura de su prestigio. El 15 de junio de 1977 el Sloan
Memorial Kettering Institute convocó una rueda de prensa -a la que
acudieron más de 150 periodistas y una docena de cadenas de televisión- para
dar a conocer el veredicto del centro sobre el Laetrile. Iniciado el
acto, tomaría la palabra el doctor Robert Good quien, después de
realizar unos comentarios generales de descalificación del Laetrile,
pasaría el micrófono al doctor Chester Stock. Éste lo tomó y, sin dar la
oportunidad de hablar a Sugiera, presente en la mesa, dijo ante la prensa: "No
se ha encontrado en el Laetrile ningún efecto preventivo, ni capaz de retrasar
el crecimiento tumoral, ni antimetastático, ni ninguna actividad curativa
anticancerígena. No nos queda nada más que cerrar el libro del Laetrile". Entonces,
inesperadamente, un periodista gritó: "Doctor Kenamatsu, ¿sigue usted
sosteniendo su creencia de que el Laetrile detiene el crecimiento del
cáncer?". Y tras un silencio que les debió resultar eterno tanto a los
periodistas como a los médicos parapetados tras la mesa que presidía el acto,
el doctor Sugiera, con calma y mirando a los ojos del periodista, contestó: "Lo
sigo sosteniendo". Lo afirmaba el investigador sobre cáncer más
preeminente de Estados Unidos y probablemente del mundo en ese momento. A
partir de aquel día muchos trataron de encerrarle en el anonimato pero sus
conclusiones perduran. Y éstas son que la vitamina B17 :
1) Inhibe el crecimiento de tumores.
2) Ha demostrado en ratones evitar las metástasis.
3) Disminuye el dolor.
4) Previene el cáncer; y,
5) Mejora la salud general.
Las mismas propiedades de las que se vienen beneficiando las
personas que siguen el tratamiento de Han Dong desde hace años.
ACCIÓN ANTICANCERÍGENA
Cabe agregar que, según sus defensores, el efecto positivo de
la vitamina B17 sobre las células tumorales puede deberse a distintas causas.
En todo caso, su efectividad se achaca fundamentalmente a la acción del cianuro
en la célula maligna. Y es que la vitamina B17 elimina las células cancerosas
sin afectar a las sanas debido a la acción de dos enzimas: la beta-glucosidasa
y la rodanasa. Según los científicos -algo que los detractores de esta
vitamina niegan- la primera se encarga de liberar la molécula natural del
cianuro de la vitamina en las células mientras la segunda se encarga de
neutralizar su efecto tóxico convirtiéndola en thiocianato. Y así sucede
en las células sanas. Sin embargo, en las células cancerosas no existe la
enzima rodanasa y, en consecuencia, el cianuro la destruye al eliminar
el oxígeno de su interior. Tal es la razón de que sea inocua para las células
sanas y mortal para las cancerosas.
Existe en cualquier caso una segunda explicación sobre la
actividad anticancerígena de esa vitamina que va más allá de su interferencia
en la utilización de oxígeno por las células. Según esta teoría el cianuro
aumenta el volumen ácido de los tumores lo que provoca la destrucción de las
membranas de los lisosomas (compartimentos del interior de las células que
contienen enzimas capaces de digerir otras moléculas y que si son liberadas son
capaces de destruir la propia célula). Destrucción de las membranas que lleva a
los lisosomas afectados a liberar las enzimas que contienen y, como
consecuencia, las células cancerígenas mueren. Otra forma de provocar la
ruptura del lisosoma es estimular el sistema inmune.
Cabe añadir que al parecer también el benzaldehido presente
en la amigdalina o vitamina B17 tiene propiedades anticancerígenas. Tanto en
1985 el doctor M. Kochi como en 1990 el doctor Tatsumura
presentaron ya significativos resultados sobre las posibilidades de esta
sustancia en el tratamiento antitumoral.
UNOS TANTO Y OTROS TAN POCO
Claro que mientras la B17/laetril/agmidalina es vilipendiada
y los terapeutas que la utilizan son ignorados -cuando no perseguidos- las
grandes multinacionales investigan sobre ella. Hace ahora algo más de dos años
el editor científico del diario británico Independent se hacía eco en
estos términos de una investigación hoy todavía abierta y en desarrollo: "Balas
mágicas de cianuro matarán las células cancerígenas". La información
comenzaba así: "Los pacientes del cáncer del futuro serán tratados con una
poderosa 'bala mágica' que atacará los tumores con un cóctel de cianuro
derivado de la yuca". La investigación, llevada a cabo en el
Imperial College de Londres y dirigida por el doctor Mahendra Deonarain
en fase II, pretende -se explicaba- desarrollar un medicamento a partir de la
técnica usada por algunas plantas que liberan cianuro para defenderse del
ataque de algunos insectos. La planta de la yuca -también conocida como
mandioca-, el almendro y la hortensia poseen una enzima que produce cianuro
cuando entra en contacto con una determinada molécula de azúcar. Normalmente
las plantas almacenan separadas la enzima y el azúcar, y sólo las juntan cuando
una plaga les ataca. Pues bien, los científicos del Imperial College han
aislado la enzima y lo que tratan ahora es de unirla a un anticuerpo que
permita, inyectándola en el organismo, hacerla llegar hasta el tumor. Entonces
se introduciría un segundo medicamento conteniendo el azúcar a fin de que
reaccione con la enzima para liberar el cianuro cerca del tumor y eliminar así
las células cancerígenas. El doctor Mahendra Deonarain afirmaría que el sistema
sería tan específico que sólo los tumores designados se expondrían al cianuro.
Cabe añadir que en las pruebas realizadas en laboratorio con células
procedentes de cáncer de vejiga se constató que mientras se destruyen las
cancerígenas... las sanas no resultan afectadas.
Es decir, el punto de partida de esta investigación es hacer
llegar a la zona del tumor el cianuro natural de algunos frutos porque no
resulta tóxico para las células sanas pero es mortal para las células
cancerígenas. Lo que nos deja perplejos. Pero, ¿no decía la FDA que todo eso
carece de sentido? Claro que todo se explica cuando se averigua que quien está
desarrollando este proyecto es la compañía biotecnológica británica Antisoma,
aliada al grupo farmacéutico Roche. Y que en el momento del acuerdo
entre ambas compañías -suscrito en noviembre del 2002- se calculara ya en 500
millones de dólares los ingresos que podrían producir los nuevos medicamentos
oncológicos en estudio... entre ellos el mencionado.
Lo de siempre: cuando no se puede patentar el producto se
retira alegando peligrosidad y se patenta el "procedimiento". Y si
mientras mueren millones de personas, qué le vamos a hacer...
NO SIEMPRE EL VENENO MATA
Debemos agregar que el uso de sustancias tóxicas -como los
venenos de serpientes y arácnidos- en el tratamiento de enfermedades es
consustancial a la medicina tradicional y ocupaba un lugar preeminente en
muchos lugares y civilizaciones... hasta la imposición de la cultura del
medicamento. Hace décadas, por ejemplo, que la Homeopatía los tiene incluidos
en su arsenal terapéutico. Y son muchos los laboratorios y centros que
actualmente investigan todas sus posibilidades.
En abril del 2002 la revista Clinical Cancer Research -órgano
oficial del American College of Clinical Cancer Research de Estados
Unidos- publicó por ejemplo los resultados de una investigación realizada a
finales de los años 90 en Paraná (Argentina) sobre los efectos de la crotoxina
-veneno extraído del crótalo- en la cura del cáncer. Y en sus conclusiones se
especifica que la droga demostró estadísticamente en casi el 80% de los
pacientes oncológicos tratados experimentalmente una disminución o desaparición
de los dolores así como un mayor bienestar general de los pacientes. La revista
norteamericana sometió el trabajo de los científicos argentinos a una
evaluación en la que, debido a la especificidad del tema, participaron también
como consultores investigadores del Laboratorio de Investigaciones del Massachussets
General Hospital de Boston (perteneciente a la Universidad de Harvard).
Pues bien, tras un detallado análisis la revista decidió publicar el trabajo
con el título "Fase I. Estudio farmacocinético de la crotoxina en
pacientes con cáncer avanzado". Curiosamente, la investigación fue
suspendida por "falta de fondos". Y una vez más, en un paralelismo
que ya no debería pasarnos por alto porque ¿cuántas veces faltan fondos
públicos para una determinada investigación... precisamente cuando grandes
laboratorios farmacéuticos se afanan en investigaciones similares en otras
partes del mundo?
A ningún investigador mínimamente preparado se le escapa que
el veneno de las serpientes es una enorme fuente de enzimas y proteínas cuyo
análisis aun no está completo; y claro está, a ningún laboratorio. De hecho,
algunos -como la empresa farmacéutica suiza Pentapharm- están volcados
en la obtención de esas proteínas y enzimas. Así, desde 1975 trabaja en Brasil
donde en 1981 instaló en Uberlandia (Minas Gerais) el mayor serpentario del
mundo con unas 10.000 víboras (Bothrops moojeni). Reptiles de los que los
expertos de la empresa extraen una albúmina que hoy se emplea para tratar las
trombosis y como calmante en casos de hemorragias. Bueno, pues según sus
propios técnicos el veneno de esas serpientes contiene otras 200 sustancias
terapéuticamente interesantes.
Es más, según una información publicada por la agencia suiza Swissinfo
el pasado 27 de febrero, uno de sus investigadores -Michael Janssen- ha
informado que la firma está preparando un medicamento que podría eliminar las
metástasis cancerígenas ya que ciertos componentes del veneno evitan la
formación de nuevas vías sanguíneas necesarias para la proliferación de las
células cancerosas. No parece que la aparente toxicidad sea en esta ocasión una
barrera insalvable.
LA SOLITARIA LUCHA DE HAN DONG
Obviamente, Han Dong permanece al margen de todo esto. De las
batallas legales, de los movimientos de los grandes laboratorios por crear
artificialmente lo que otros obtienen directamente de la naturaleza... Sólo le
interesa el bienestar de sus pacientes y para ello viaja por todo el mundo a
fin de buscar las semillas con las que se elaboran los productos que usa y
poder seguir atendiendo las peticiones de ayuda que recibe. Esperando obtener
algún día -ingenuamente, a nuestro juicio- respuesta a su petición de apoyo
institucional. Y eso que su propuesta a las autoridades es sencilla: buscar en
los hospitales públicos enfermos de cáncer que deseen someterse voluntariamente
a su tratamiento tras explicarles previamente todo el proceso. Demostrar, antes
de iniciarlo, que no hay peligro alguno para lo que Han Dong se ofrece a tomar
cada día el triple de la cantidad del producto que tomen los pacientes. Luego
basta que la Administración designe a los profesionales que sigan el ensayo y
certifiquen los resultados.
El Gobierno del Partido Popular no le hizo ningún caso. En
sus manos tiene pues la Administración socialista, si busca de verdad el
beneficio social y la reducción de los gastos farmacéuticos, abrir nuevas vías
que se apoyen también en la evidencia clínica y no sólo en "trabajos
científicos" sin resultado real práctico alguno. Pero si -como pensamos-
existe un poder que claramente trasciende las ideologías políticas y condiciona
en todo el mundo cualquier decisión en el ámbito de la salud... ni Han Dong ni
otros como él verán cumplir su sueño.
Aunque millones de personas sigan muriendo por esa causa cada
año.
Antonio Muro